Pierrot Privilège

miércoles, 27 de febrero de 2008

Cuando el gentilhombre llego al pueblo, en su traje blanco y sombrero de copa negro, causo un pequeño revuelo.
Ya habían llegado antes gentes con ropajes extraños, y luego se habían convertido en parte del pueblo.
Hombres y mujeres, vestidos con su vida, habían ahí llegado.
Los había quienes llegaron manchados, con ropas sucias de mentiras, y bigotes que escondían su cara. También había quienes, recién llegados, se despojaron de su ropa, la quemaron y anduvieron desnudos por las vacías calles. Aquellos eran los llamados redimidos.

En cambio, este hombre, aunque muy familiar en aspecto, era completamente diferente en esencia. Su ropaje blanco, mostraba lo que ninguno de los que allí habían llegado podrían haber llegado a aspirar en vida. La pureza de sus blancos ropajes nunca había sido vista en el pueblo. Los mas antiguos sabían que ellos nunca pasaban por los pueblos. Ellos simplemente pasaban de largo, hacia su verdadero hogar.

Cuando la gente se acerco, pudo sentir la cálida brisa que emanaba, como el calor de su espíritu los invadía. Trataron de tocarlo, para poder tomar un poco de su calor, pero el los aparto.
- Disculpen, no puedo ayudarlos
Y todos se extrañaron aun mas de aquel sublime hombre. El habla era algo que a ellos se les había arrebatado hace bastante tiempo. No habían oído voz alguna en años o décadas, y esta era simplemente celestial.
Su voz era como una delicada nota azul, que se podía saborear como el mas delicioso de los otoños. No había excesos, ni apuros en esa voz.
Por esto, los habitantes del pueblo, se seguían preguntando: ¿Que hará el aquí?

- Mi nombre es Pierrot Privilège, y necesito descansar aquí un día. - Dijo, entonando su voz, para que toda la congregacion escuchara- En la mañana, les daré un regalo, un regalo que su sol vuelva a brillar, que sus días tenga aire, y que sus voces se escuchen en el alba. Solo necesito descansar un día, por favor.

Terminado de hablar, saco de dentro de sus ropas una manta igual de blanca que el mismo, y se durmió en un rincón de la calle.

Mientras dormía, algunos se retiraron, pero los mas curiosos se acercaron mas a verlo. Dormía con la cabeza apoyada en la muralla. Su cara era blanca, sus cejas muy finas, y sus ojos grisáceos. La boca era una fina linea roja, lo único que daba color a su cara. Alguien le saco el sombrero, y pudieron ver su también pálido cabellos, pero tenia un mechón carmesí en uno de los costados.
La gente, satisfecha su curiosidad, marcho a dormir también. Nada había que hacer hasta mañana.

Al despuntar el alba, todos se agruparon alrededor de Pierrot. Al sentir el bullicio, desperezo y se levanto.
Arreglo su ropa, se puso el sombrero, y hablo.
- Como dije, les traigo un regalo. Por favor, observen.
De su sombrero saco una resplandeciente bola de luz, que vibraba timidamente en su mano. La lanzo al aire, y esta se disperso como una gran tela alrededor del pueblo. El gran manto abrazo las casas, y a la gente. Y de pronto, la luz fulguro en los ojos que antes habían estado vacíos. Y un árbol creció en el centro del pueblo, y sus frutos cayeron, dando pequeños golpecitos, como una lluvia de granizo. Y la gente pudo hablar, y hablo, y buenas palabras salieron de sus bocas, y comentaron lo bello del pueblo, lo bello que ahora había pasado.
Todos se regozijaban, y solo unos pocos notaron lo que acontecía con Pierrot Privilège.
Sus ropas blancas ahora eran una mezcla de macabros colores. Y su cara perdió su color, se apago como la noche apaga al día. Los ojos alguna vez grises, ahora era amarillos como la ira de Dios.
Cuando todos se regocijaron, Pierrot sufría. Y cuando terminaron de festejar, todos observaron a Pierrot Privilège.
Su vida acababa, su cálido espíritu se apagaba, su voz moría en sus labios. Luego de un momento, también sus movimientos te truncaron, su respiracion se agoto y el ultimo aliento escapo de su boca en forma de polilla.

Apoyaron el inútil cuerpo en el árbol, y mientras las mujeres lloraban y los hombres se miraban los unos a los otros, el árbol y el cuerpo se unieron. Solo su cara quedo tallada en la corteza del árbol. Pero el por completo había quedado esculpido en sus corazones.

It was ...

lunes, 18 de febrero de 2008



I Want You Back - The Kooks

Mi mano sobre la tuya. Los dedos entrecruzados en un abrazo que duro un año. El olor del pasto recien cortado, le recordaba esa tarde de incesante sol que no calentaba. Cuando traspaso el umbral, conversando trivialidades con ella, el olor le acaricio la nariz , como después su mano lo haría. Un lugar eligieron para estar, alejado de ahí donde entraron, para poder hablar tranquilamente. Oh, que ironia, que hayan igualmente sido vistos.
Y entre conversaciones y silencios, pudieron conectarse. Y cada segundo se transformo en una canción, y luego en un poema, recitado por lo bajo en los oídos de los dos enamorados, que vivían lejos de esta realidad, y en su mundo de ensueño en el pasto, podían ser felices. Lo recordaba, claro, y anhelaba cada momento que así paso. Quería sentir su boca, tocar su pelo, acariciar su piel.
Mas, el asesino de la realidad lo devolvió en si. Ahí, tendido en la fría arena, sintiendo el vaho del mar, esos recuerdos eran tan lejanos como los barcos en el horizonte que ahora veía.
Pero, en su mente, todavía cuidaba esos frágiles recuerdos, como ciudades de arena, que el tiempo habría de transformar en cristal.