One two three

lunes, 25 de mayo de 2009

El suave golpeteo de la lluvia en el vidrio del techo hacia que la mujer dentro de esta se sobresaltara, mientras cada balazo del cielo al pavimento humedo, y la mujer miraba hacia afuera, con ojos desorbitados, mientras en el desierto se formaban pozas de agua lluvia.

In the Name of Harman

sábado, 9 de mayo de 2009

Te tiene la mano tomada con fuerza, mientras caminan juntos, hacia la iglesia de Los Leones. Tu todavia no estas segura, se lo dices. Te respondes que no te preocupes, que ya es tarde, la gente no va a esta hora. Pasan algunos arboles, donde la luz esta casi muerta, y su reemplazo halogeno empieza a vivir. La gente pasa, en contra de ustedes, mientras la imponente iglesia, con su cruz en la punta te recuerda cuando eras pequeña y te levantaban temprano para recibir el sermon.
Le miraste la cara, iluminada vagamente. Lo ves radiante, los ojos le brillan, y el bulto en su pantalon es prominente. Fetichista, piensas.
Pasan por la entrada principal, donde un hombre muy feliz los saluda, bendiciendolos. El le dice que muchas gracias, dios te bendiga, con una sonrisa perversa en la cara. El hombre no se da cuenta. Tus mejillas se ruborizan, y piensas en lo malo que es esto, que diria tu madre, que diria tu padre, que diria tu primo, el cura de la familia.
Se sientan en una de las bancas de madera, largas y dispuestas en hileras interminables. El ya habia venido aqui antes, piensas. Miras el atrio, blanco y dorado, vacio a estas horas. El te apunta con el dedo una esquina de la iglesia, una salida horizontal.
Caminan hasta alla, y sigues pensando que es una mala idea, mientras notas como su expectacion es creciente. Llegan al canto de la esquina, donde se ve que hay otro atrio, menos lujoso que el principal, pero mas oscuro. Puedes verle la mirada, brilla todavia. Caminan, todavia de la mano, hacia el atrio. Tu te pones a observarlo, como quien no sabe a que vienen.
El te toma desde la cintura, por detras, y te empieza a morder la oreja. Sientes el bulto en sus pantalones chocando contra tus nalgas, y empiezas a pensar que no era una mala idea despues de todo.
Te levanta, por sobre el atrio, mientras te saca los jeans, rapidamente, con un solo movimiento. Se nota que esta caliente, pienso, nunca es tan rapido. No tienes mucho tiempo para pensar, en un parpadeo el ya se habia sacado la raida polera y estaba encima tuyo, encima del atrio, con los ojos brillantes, las manos, muchas y rapidas sobre ti. Te saco la polera, nuevamente, rapido, casi rajandola. Su cuerpo, igual que la primera vez, es torpe. Empieza su juego, donde te lame casi completamente, pero tu no te quejas, mientras te dejas querer. Tocas su pene, vara dura y oscura ahora, mientras miras la cruz sobre tu cabeza, y empiezas a frotarlo, rapido, lento, rapido, y el lo disfruta. El juego se acaba, y le ves el pecho en la umbra, las gotitas de tu sudor, ahi. Te lanzas contra el, dejando que todo su cuerpo se una, gloriosamente, y te toca con las manos humedas, mientras tu gozas, y cabalgaz arriba de el, luego, cambio de posicion, la posicion del misionero. Sabes que el lo penso, por que se rie un poco, con esa risa perversa que tiene cuando un hombre se cae en la calle. Mientras estas ahi, sudorosa, te entra una excitacion mas alla de su entendimiento, y quizas el esta igual. Le clavas la espalda con tus uñas y el arremete con mas fuerza. Y ahi estas, oscura, entre unas paredes que no hacen ruido, donde la gente viene a contar sus pecados. Los ojos de Jesus te miran, y la vida es buena, y estas feliz, y dices que quieres mas y mas, mientras el tambien esta, ahi, oscuro, rememorando sus tiempos de colegio catolico. Cuando ves las fugura sangrante de un hijo de dios crucificado tal conejo, piensas en que es el mejor orgasmo de tu vida. Y gritas. Dios. Dios.
Pero aun asi, cuando el prende un cigarro, le dices que no, que estamos en la casa del señor.

I didn't meant ...

viernes, 8 de mayo de 2009

El humo del café jugaba en mi mano, mientras aburridamente esperaba. La chaqueta en el regazo y la bufanda amarrada en la pierna. Solo salías de noche, me habías dicho, la primera vez. Todavía no lo olvidaba, pero aun así, mientras el ocaso terminaba de morir, estaba impaciente. El humo, otra vez, ahora de un cigarro, que se perfilaba en la luz de neón, y la gente inundaba la cafetería, refugiandose de la inminente lluvia, que se reflejaba en las nubes gordas y negras.
Me levante para ir al baño, y cuando volví ella ya estaba ahí, a través de la puerta de cristal con el nombre invertido, golpeando el vidrio con la falange de su dedo, suavemente, repetidas veces, esperando entrar.
Saque del bolsillo de la chaqueta una libreta de notas. La abrí en la primera pagina, que tenia la palabra “PUEDES ENTRAR” escrita en mayúsculas, hace ya tiempo, abarcando todo el ancho de la libreta. Se la mostré por sobre mi cabeza, la miro un momento, y concentrandose en las letras, pudo abrir la puerta, con dedos finos.
Llevaba un vestido corto azul marino, con un collar rubio cruzandole el pecho. Se acerco donde estaba yo. Toma asiento.
- Hola,- hablo con voz aguda y rápida- disculpa que me me demorara, pero el bus nunca paso, así que tuve que tomar un taxi hasta aquí.
Callo, mirandome consumir el cigarro.
- Ya comí- dijo, ahora la voz triste y los ojos caídos.
Le dije, que te preocupas, todos los días tenemos que comer, es algo natural, y le hable sobre estadísticas, sobre jóvenes muriendo en accidentes de transito, hombres muertos en peleas en la cárcel y tontas niñas saltando desde edificios. Sonrío.
Tomo aliento, mientras el cigarro se mal apagaba en cenicero, desprendiendo humo por sobre nuestras cabezas.
Su cara era blanca, sin maquillaje, un rubor rosáceo pálido en las mejillas y los labios rotos, que sorbían agua de un único vaso de agua que pidió por trago. La gente miraba, lo sabia, por sobre sus hombros, tratando de descubrir el olor invisible, que les restregaba las narices y les recordaba el olor de las flores blancas en los cementerios, el día que enterraron a sus abuelos.
Pero no me importaba, a mi me encantaba ese olor, que en unas horas mas, con suerte, estaría impregnado en mis sabanas, hasta quien sabe que día. Un día leí un titulo de un cuento, “Muerte constante mas alla del amor”. No quise leer el cuento, pero el titulo se quedo en mi mente, hasta el día que la conocí.
- Dime, ¿como te a ido?- dijo soñadoramente.
Le conte mi día, irónico, hasta el momento en que entre a la cafetería. Ella escucho atentamente, con las manos en la cara y los ojos abiertos, con el color caoba luminoso siguiendo el movimiento de mis nerviosas manos mientras hablaba.
Seguimos hablando, ella reía, los dientes blancos, mientras la noche se hacia azabache, el ruido de los autos disminuía y la cara del dueño de la cafetería nos invitaba a largarnos. Salimos, juntos, desde el umbral hacia un viejo parque. Tenia las estatuas derruidas y los pastos secos, pero no importaba. La luz era tenue, claros halógenos cada veinte metros. Ella veía bien, mientras yo, que no recordaba bien el camino, tropezaba a cada rato. Me tomo la mano, firmemente, y sus uñas se clavaron en mi piel. Su mano estaba helada, tersa al tacto, una hoja caída de un árbol.
Llegamos a unos juegos, rojos dice ella, yo lo ignoro. Nos mecimos, infantilmente en los columpios, mientras ella canta:
- Still I need your sway, cause you always pay for it, and i need, i need you soul, cause you always soulful, and i, and i need your heart, cause you’re always in the right places ♫ - cantaba lentamente, mientras yo hacia como que tocaba la guitarra.
Me encanta esa cancion, se lo dije, y replico que tenia mucho tiempo para practicar el canto.
- Vamos, -dijo- me da miedo aquí.
Mentira. Ella llegar a otro lado. Quería ir a la casa derruida cerca de mi departamento. Me gustaba pensar en ese lugar como nuestra casa. Era una vieja edificación, que ahora tenia la puerta trancada, obra de mi maestría en barricadas. Solo podíamos entrar por un agujero lo suficientemente grande para pasar agachados los dos, y que luego disimulábamos con un contenedor de basura.
El camino era corto, y tenia que mantener la boca entretenida, así que saque un cigarro. Cuando alze la llama, ella me boto el cigarro con un movimiento de los dedos.
Falsamente me enoje.
- El cigarro da cáncer, te he dicho que te puede matar.
Le replique, pero tu no tienes que preocupar de eso. Aunque la luz era poca, pude ver como los ojos se le cristalizaban, y para abolir un llanto, la tome de la cintura y empuje suavemente hacia atrás, haciendo el ademan de besarla. Ella me corrió la cara, y yo sabia que era parte de su juego. Se separo de mi, una niñería, y corrió, sabiendo que yo la perseguiría. Llegamos, entre risas y jadeos a “nuestra casa”.
Pero la noción del tiempo se nos había hecho corta, y el sol se perfilaba amargamente en el horizonte. La apure a que entráramos, corriendo con el hombro el pesado, oloroso y jugoso contenedor de basura. El sol, maldito seas, nos había arruinado una perfecta noche. Pero teníamos a disposición todo un día para hacer lo que quisiéramos. Cuando ella se recostó en el piso frío del cemento, un pequeño rayo de sol cruzo el aire, llegando a su desnudo muslo, que despidió un pequeño olor a rost beef. Se aparto, me miro con ojos triste, y comenzó a llorar. Llore también, pero simple, como lloran los hombres cuando la pena los invade desde dentro, mientras la protegía del sol.

Men's needs

jueves, 7 de mayo de 2009

La puerta se cerro, y aflojaste los pantalones, forcejeando con el cinturón, mientras el estomago se desvanecía en lo que parecía una armoniosa canción, que era tu colon eructado. Pero tu dicha fue corta, mas cuando vistes por sobre tu hombro, notando la falta del implemento básico en un baño, en tu mente se soltó un grito, tu frente sudoro, y tu cuerpo tembló, ante el fatal dilema en que te habías metido.

Look, a star

Se sentó al final de la sala, en el asiento mas alejado de la puerta, saco un cuaderno de su morral, mientras se removía el pelo de la cara con la otra mano. Tomo el lápiz, mientras el profesor escribía rápidamente en el pizarron, con la tiza fina cayendole en los ojos, obligandolo a sacudir la vista hacia la derecha, siempre igual.
Rasgo las hojas del papel, haciéndolas sangrar en color plata, azul, rojo y verde. Diagramas, esquemas, flujos de trabajo. La materia le pasaba frente, mientras trataba de perpetuarla en hojas, infinitas hojas con cuadraditos de 7mm de lado, con peso 56 gr/m², como rezaba la contra tapa de su cuaderno azul oscuro. Siempre era igual, aun que, un dia, levanto su cabeza, mientras daba un examen particularmente difícil. La levanto, y vio una marea de personas, cabizbajas, compañeros suyos, confundidos, golpeando la mesa con la mano, rascándose la cabeza, observando, todos ellos, el examen bajo sus narices. Desde ese día, ella mira, en algun momento, por la ventana de su aula, hacia el cielo, esperando que llueva.