I didn't meant ...

viernes, 8 de mayo de 2009

El humo del café jugaba en mi mano, mientras aburridamente esperaba. La chaqueta en el regazo y la bufanda amarrada en la pierna. Solo salías de noche, me habías dicho, la primera vez. Todavía no lo olvidaba, pero aun así, mientras el ocaso terminaba de morir, estaba impaciente. El humo, otra vez, ahora de un cigarro, que se perfilaba en la luz de neón, y la gente inundaba la cafetería, refugiandose de la inminente lluvia, que se reflejaba en las nubes gordas y negras.
Me levante para ir al baño, y cuando volví ella ya estaba ahí, a través de la puerta de cristal con el nombre invertido, golpeando el vidrio con la falange de su dedo, suavemente, repetidas veces, esperando entrar.
Saque del bolsillo de la chaqueta una libreta de notas. La abrí en la primera pagina, que tenia la palabra “PUEDES ENTRAR” escrita en mayúsculas, hace ya tiempo, abarcando todo el ancho de la libreta. Se la mostré por sobre mi cabeza, la miro un momento, y concentrandose en las letras, pudo abrir la puerta, con dedos finos.
Llevaba un vestido corto azul marino, con un collar rubio cruzandole el pecho. Se acerco donde estaba yo. Toma asiento.
- Hola,- hablo con voz aguda y rápida- disculpa que me me demorara, pero el bus nunca paso, así que tuve que tomar un taxi hasta aquí.
Callo, mirandome consumir el cigarro.
- Ya comí- dijo, ahora la voz triste y los ojos caídos.
Le dije, que te preocupas, todos los días tenemos que comer, es algo natural, y le hable sobre estadísticas, sobre jóvenes muriendo en accidentes de transito, hombres muertos en peleas en la cárcel y tontas niñas saltando desde edificios. Sonrío.
Tomo aliento, mientras el cigarro se mal apagaba en cenicero, desprendiendo humo por sobre nuestras cabezas.
Su cara era blanca, sin maquillaje, un rubor rosáceo pálido en las mejillas y los labios rotos, que sorbían agua de un único vaso de agua que pidió por trago. La gente miraba, lo sabia, por sobre sus hombros, tratando de descubrir el olor invisible, que les restregaba las narices y les recordaba el olor de las flores blancas en los cementerios, el día que enterraron a sus abuelos.
Pero no me importaba, a mi me encantaba ese olor, que en unas horas mas, con suerte, estaría impregnado en mis sabanas, hasta quien sabe que día. Un día leí un titulo de un cuento, “Muerte constante mas alla del amor”. No quise leer el cuento, pero el titulo se quedo en mi mente, hasta el día que la conocí.
- Dime, ¿como te a ido?- dijo soñadoramente.
Le conte mi día, irónico, hasta el momento en que entre a la cafetería. Ella escucho atentamente, con las manos en la cara y los ojos abiertos, con el color caoba luminoso siguiendo el movimiento de mis nerviosas manos mientras hablaba.
Seguimos hablando, ella reía, los dientes blancos, mientras la noche se hacia azabache, el ruido de los autos disminuía y la cara del dueño de la cafetería nos invitaba a largarnos. Salimos, juntos, desde el umbral hacia un viejo parque. Tenia las estatuas derruidas y los pastos secos, pero no importaba. La luz era tenue, claros halógenos cada veinte metros. Ella veía bien, mientras yo, que no recordaba bien el camino, tropezaba a cada rato. Me tomo la mano, firmemente, y sus uñas se clavaron en mi piel. Su mano estaba helada, tersa al tacto, una hoja caída de un árbol.
Llegamos a unos juegos, rojos dice ella, yo lo ignoro. Nos mecimos, infantilmente en los columpios, mientras ella canta:
- Still I need your sway, cause you always pay for it, and i need, i need you soul, cause you always soulful, and i, and i need your heart, cause you’re always in the right places ♫ - cantaba lentamente, mientras yo hacia como que tocaba la guitarra.
Me encanta esa cancion, se lo dije, y replico que tenia mucho tiempo para practicar el canto.
- Vamos, -dijo- me da miedo aquí.
Mentira. Ella llegar a otro lado. Quería ir a la casa derruida cerca de mi departamento. Me gustaba pensar en ese lugar como nuestra casa. Era una vieja edificación, que ahora tenia la puerta trancada, obra de mi maestría en barricadas. Solo podíamos entrar por un agujero lo suficientemente grande para pasar agachados los dos, y que luego disimulábamos con un contenedor de basura.
El camino era corto, y tenia que mantener la boca entretenida, así que saque un cigarro. Cuando alze la llama, ella me boto el cigarro con un movimiento de los dedos.
Falsamente me enoje.
- El cigarro da cáncer, te he dicho que te puede matar.
Le replique, pero tu no tienes que preocupar de eso. Aunque la luz era poca, pude ver como los ojos se le cristalizaban, y para abolir un llanto, la tome de la cintura y empuje suavemente hacia atrás, haciendo el ademan de besarla. Ella me corrió la cara, y yo sabia que era parte de su juego. Se separo de mi, una niñería, y corrió, sabiendo que yo la perseguiría. Llegamos, entre risas y jadeos a “nuestra casa”.
Pero la noción del tiempo se nos había hecho corta, y el sol se perfilaba amargamente en el horizonte. La apure a que entráramos, corriendo con el hombro el pesado, oloroso y jugoso contenedor de basura. El sol, maldito seas, nos había arruinado una perfecta noche. Pero teníamos a disposición todo un día para hacer lo que quisiéramos. Cuando ella se recostó en el piso frío del cemento, un pequeño rayo de sol cruzo el aire, llegando a su desnudo muslo, que despidió un pequeño olor a rost beef. Se aparto, me miro con ojos triste, y comenzó a llorar. Llore también, pero simple, como lloran los hombres cuando la pena los invade desde dentro, mientras la protegía del sol.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

beth estubo aqui

Anónimo dijo...

mentira!! xD aqui va el de verdad.
Algún día encontraré esa casa, lo juró.
Y en invierno, pa que tenga goteras.
Adios!