Eleven and Thirteen

domingo, 24 de enero de 2010

Numero 11 siempre penso que su variable aleatoria se podria encontrar en un lugar mas disperso del universo numeril, mas o menos rozando los imaginarios o algo asi, algun numero gigante, un numeral de cuarentaiocho cifras elevadas a la doceava potencia, un numeral tan extraordinariamente potencial que podria perderse dentro de su inconmesurable periocidad, pero aun asi, Numero 11 no creia que tal numeral existiera en el espacio bidimensional, ni tampoco pudiera esta atras suyo, donde los negativos se burlaban al revez de los numeros.
Numero 11 no tenia amigos, al frente Numero 12 se movia con pomposidad, y Numero 10 creia ser el mas importante de todos, que al siempre lo ocupaban para elevar, la decima potencia, que era un numero completo y sus alabanzas a si mismo eran ad infinitum.
Numero 11 tenia pocas caracteristicas interesantes, Numero 12 le decia que era el mas facil de multiplicar y eso lo hacia sentir poco interesante. Numero 10 seguia vanagloriandose, cuando Numero 12 le dijo que no fuera tan miserable, que el era un numero especial, un numero primo, que solian ser los que solo podian ser divisibles por si mismos y por el gran Numero 1.
Esto, a diferencia de lo que penso Numero 12, no lo hizo mas feliz, sino que, lo sumio en un estado de soledad incospicua, de la cual le tomo varios eones salir, al momento de que Numero 10 le dijo que se dejara de joder y lloriquear. Le grito, por sobre su cero, que el era un primo gemelo, muy cerca de un primo igual a el, pero separado por "cierto" numeral, indicando a Numero 12. Este ultimo le conto que si, que era un numero primo gemelo y que Numero 13 tambien lo sabia.
Por un momento, Numero 11 tomo contacto con Numero 13, atravez de la pared infranqueable que era Numero 12.
La situacion era excelente y feliz, mas la barrera que se imponia hacia que aquellos dos numerales se sintieran extrañamente encerrados entre barrotes invisibles, indoloros, pero aun asi, barrotes. Numero 12 y Numero 13, al fin, dejaron de comunicarse, para, en debido momento, derivarse de soledad.

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